martes, 19 de febrero de 2019

El corazón en el cajón

Hay momentos en que camino de frente con mil ideas y ninguna en la cabeza, con todo el tiempo del mundo pero siempre con la prisa en los talones, no, hoy no, hoy me quedo en casa.

La nostalgia me obliga a detenerme, los recuerdos me hacen comprender que no puedo regresar los años, es mejor dejar que el tiempo haga lo suyo y me abrace, me consuele y me acompañe.

Mis hijos crecen y no quiero detener lo inevitable, me da mucho orgullo ver cómo van logrando sus sueños, como se preparan y se retan a diario, me demuestran que pueden, que maravilla, que privilegio poder ser testigo, guía, consejo, hogar y sobre todo tener mis brazos abiertos siempre para que regresen aquí, conmigo.

Pero tampoco puedo evitar a veces sentirme un poco sola, ya no espero al camión a las tres de la tarde, ahora es a cualquier hora antes de las seis o la cena a las nueve...si es que no sale plan, eso sí, antes de dormir me cuentan con lujo de detalle todo lo que pasó en el día y ese, es mi momento favorito.

Ya no me extraña comer sola, pero no me gusta, ahora he vuelto a ver los días desde la opción "que voy a hacer mientras llegan" ya no me preocupo por llegar antes porque no hay quien llegue antes que yo, así que más bien me estoy organizando para mí.

Por el momento mi corazón se acomoda, no es fácil después de ser el eje de la casa todo el día a solo serlo por ratos, tengo planes pero estos llevan tiempo, nada es fácil pero tampoco es imposible, en el ínter asimilo esta nueva clase de soledad por mientras y sé que no en mucho tiempo terminare por aceptarla, no voy a detener el vuelo de mis hijos, pero tampoco yo voy a dejar de volar.

Le llaman nido vacío y al final yo le llamo vida y la vida es lo que ocurre mientras uno apenas se da cuenta.

Para enfrentar tantas emociones, por ratos guardo el corazón en el cajón.

Mi hija regresa en unos meses y de nuevo me reacomodare a ella pero sé que será temporal, mientras las vacaciones terminan, ahora toda la familia tendremos que adaptarnos a horarios personalizados, todas las familia lo hacen, tarde o temprano, lo difícil es cuando estoy triste, añorando la época de peinarlos de raya a lado y de coletas, del lunch en la lonchera, de sacar a Spiderman de la mochila de Santiago, del spaghetti y las milanesas, las tareas en el cuaderno con las planas en las hojas de doble raya, ya no hay juguetes en la tina ni le compro a Maite los lazos de colores para las trenzas de Allegra. 

A los 40 y pico estoy donde el reloj marca, donde ya marcó para mis padres, no soy la única pero si es personal, cada familia es diferente y todas pasan por lo mismo, la unión y comunicación es indispensable para mi, siempre mi relación ha sido muy estrecha, llena de amor y confianza, eso no ha cambiado y sé que no va a cambiar.

Gracias por tu valioso tiempo.

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